1 de septiembre de 2011

―¡Sálvame!

Los programas del corazón, también llamados prensa rosa o programas de tele-realidad, tienen cada vez un mayor índice de audiencia. Después de «por mi hija mato» y otras tonterías varias, programas como Sálvame, El Diario o Mujeres y hombres y viceversa siguen intentando cautivar al público mediante puntos de vista erróneos de la sociedad y/o de los famosos. ¿Podemos permitir que se sigan emitiendo estas porquerías en nuestra televisión?
Esta tipología de programa es emitida principalmente por las cadenas Tele5 y Antena3. De la primera, los programas del corazón ocupan un 50% aproximado de la programación diaria; podríamos decir también que son el tipo de programa más abundante en las parrillas televisivas de estas cadenas. Además, las emisoras privadas tienden a utilizar este tipo de programas con fines políticos. No son más que una empresa. ¿No hemos escuchado nosotros mismos decir a Belén Esteban «Los catalanes sois seis millones de burros»? Estos programas, son también los más rentables, como una especie de McDonald’s: bajo coste de producción, alta rentabilidad.
Programas así están quitando importancia al éxito personal ya la realización a través de los méritos y los sueños cumplidos. Nos quieren vender que el único que tiene verdadera importancia es lo más superficial: patrimonio y riquezas, clase social y aspecto externo.
La visión que ofrecen de la realidad es muy turbia. Ya sé que mucha gente se siente identificada con los personajes que invaden este género, pero los protagonistas de la prensa rosa son, generalizando, personas sin ningún tipo de estudios ni de formación. Han pasado de no ser nadie, de ser un total desconocido para España, a ser un famoso, y todo esto de la noche a la mañana. Esto sólo nos llevará problemas. Seguramente, son este tipo de ejemplos los que hacen que los jóvenes cada vez esté menos dispuesto a estudiar o a trabajar.
También hay quien lleva una vida completamente aburrida y monótona, y que ve esta clase de programas solo para añadir un poco de tensión y de emoción a sus vidas. Pero yo me pregunto, ¿vale la pena realmente tragárselos?
Yo opino que no. Que podríamos ―y deberíamos— buscar entre todos un entretenimiento que no consistiera en criticar famosos y hacer públicos sus secretos más íntimos. Seguro que encontraríamos algo mejor que estar tirado en el sofá esperando a que Belén Esteban diga alguna de sus ocurrentes frases.

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